LA MAR, LAS NUBES Y LOS BARCOS

martes, 28 de diciembre de 2010

FELICITACIÓN DE RAMÓN RODRIGUEZ A CARLOS BERMEJO

CARLOS BERMEJO ENTREVISTADO POR "PALMERAL"

      Entrevista al pintor Carlos Bermejo
                                                                           Por Ramón Fernández Palmeral
     Carlos es un artista romántico de impronta, es decir, que se deja llevar por su instinto y su pincelada llena de color y  mundos imaginativos. 


                 PREGUNTAS

   -¿Cómo definirías tu estilo y qué buscas en la pintura?
     Si yo diera por absolutamente valida e incuestionable, la famosa frase del naturalista y escritor francés Buffon “el estilos es el hombre”, te debería decir que el estilo soy yo. Pero no seria toda la verdad, porque el estilo, a mi entender, es el poso que queda de las influencias recibidas decantadas por mi personalidad. Mi estilo (si lo tengo) surge del compendio que he ido almacenando en mi subconsciente grafico, de lo que he visto en los grandes maestros de la pintura, que más me han ido gustando a lo largo de mi existencia de espectador de los mismos. Con eso y con algo de la técnica aprendida con la práctica de treinta años dándole al pincel, voy resolviendo y dando forma a mis obras, en las que queda marcado mi estilo.
     En la Pintura busco y ahora después de treinta años voy encontrando, el plasmar en imágenes pictóricas, las que en la realidad o en la imaginación (que afortunadamente no me falta) me han ido impactado en mi vida, y esas siempre han estado ligadas al mar, la mar, y al cielo.
     En los primeros recuerdos de mi niñez, están grabados de forma imperecedera a los largos veraneos de tres meses a la orilla del mar, en la costa murciana de Escombreras, a mediados de los cuarenta y después en el Puerto de Mazarrón. Luego en mi adolescencia mi madre solía decirme cuando me veía ensimismado en mis pensamientos, “Carlitos parece que estas en las nubes”. Pues bien, yo estaba en la mar y bajo las nubes. Y ahí sigo estando en mi pintura actual y de casi siempre, y con ello busco el tiempo perdido de esos retazos de mi niñez y adolescencia, que me marcaron (como a casi todos nos pasa) para siempre.
    En esa búsqueda esta la satisfacción estética y espiritual, con la que me conformo. No pido más ni menos, a estas alturas de mi vida, en la que mis necesidades básicas las tengo cubiertas. Si además, de vez en cuando, expongo mi obra  y veo que gusta a alguien, me doy por satisfecho.


   -¿Desde cuándo tu afición al dibujo y a la pintura? 
    Yo nunca he tenido afición para el dibujo y siempre fui, lo que se dice un negado, para lograr expresarme con el lápiz. Lo sigo siendo. Cuando hace treinta años decidí dar el paso hacia la pintura, me inscribí como alumno de la pintora Amparo Escriva, que tenía su estudio en la calle Gravina junto al Mubag.  Me tuvo dibujando durante un mes, porque vio que no tenía ni zorra idea. Pero yo no estaba por la labor. Yo quería pintar. Asi que se lo dije claramente y ella me dijo ”chico pues haz lo que quieras”. Me puse a pintar una copia arreglada por mí, de un bodegón famoso: el del salmón de Luis Menéndez. Me dijo que primero tenía que dibujar los elementos que componían el cuadro y el que yo le quería añadir. Más o menos los dibuje a trancas y barracas. Luego cogí los pinceles y comencé a pintar en el centro del objeto y abriéndome hacia fuera hasta llegar a los contornos. Si saberlo estaba utilizando la técnica de Velázquez según Sorolla. Aquello funciono y el cuadro (que lo tengo colgado en la cocina de mi casa) me salió de una discreción pasable, que a mí me pareció insuperable y hasta genial. Tampoco le pareció muy mal a mi profesora, que me dijo “Tu a pintar, porque para el dibujo no vales”. Y ahí empezó mi carrera como pintor de “academia” que quedo truncada, cuando a los cuatro meses de comenzada, Amparo, se largo a la enseñanza oficial en un instituto y nos dejo a sus alumnos (entre los que estaba mi amiga Saro) tirados “en la puta rué” después de habernos inoculado el gusanillo de la práctica de la pintura, porque el de espectador lo tengo inoculado desde que me reconozco.
   Después de aquella experiencia, y por razones de cambios de destinos en mi profesión, ya no volví a tener maestro vivo alguno y eche mano de los que había visto en los libros y en los museos, a lo que siempre he tenido como propios y que nunca me han pedido estipendio alguno por sus enseñanzas. 


­  -¿Qué pintores te han influido más y quiénes han sido tus maestros?
      En mi ha influido, especialmente y cuando empecé a pintar, los pintores españoles e ingleses del siglo XIX. Algún francés del final de ese siglo, como Monet y poco más.  De los pintores españoles el que más me influyo fue el belga españolizado Carlos de Haes, que fue el maestro del paisajismo español que influyo en todos los que le siguieron en ese siglo. De Carlos pase a su discípulo más relevante, Aureliano de Beruete; de Beruete a los  ingleses John Constable y Turner; de estos Josep Claude Vernet, otro francés del XVIII y finalmente, caí en los brazos del que para mí es el maestro de maestros de los pintores llamados marinistas: el ruso-armenio Iván Aivazovsky. Ese es mi autentico maestro desde el día que lo descubrí agazapado entre una muestra de pintura de la Galería Tretiakov, que se expuso en la Fundación Mapfre en 1999. Al ver un pequeño óleo de un barco navegando lentamente con tan solo la cangreja, del que se ha echado a la mar un bote con un grupo de personas, que al parecer se dirigen a tierra bogando sobre una mar algo picada, bajo un cielo con amagos de tormenta y unos montes nevados al fondo. Me dije ¡E ahí el hombre y el Mesías que yo estaba esperando! Quien era capaz de hacer ese cuadro, que representaba lo mejor de mis anhelos, iba  a tener en mí al más fiel de sus discípulos, que ahora sé que son muchos. Y desde entonces, lo ha sido y no tengo más pena, que conmigo no se va a poder decir aquello de que “el alumno supera al maestro”, porque el maestro es insuperable.

  
 - ¿A dónde te gustaría llegar?
    A mí en la Pintura no me gustaría llegar a ningún lado y tampoco es posible porque es un camino sin final. Yo a lo que aspiro es a seguir haciendo por muchos años  el camino que ahora hago para llegar a mi estudio, donde me espera la incógnita del cuadro que me queda por pintar y que se va a ser “el mejor”. Mientras tanto voy haciendo cosas que me satisfacen en mayor o menor grado, mientras escucho a Satie, Warner, Mahler y a tantos otros de mis músicos preferidos. Ese es el placer de “hacer camino” sin saber a dónde ni a donde puedes llegar. Solo mis herederos verán el final de mi camino en la pintura, y espero y deseo que no utilicen mis cuadros como puerta de gallinero, como alguno de los cuadros de Van Gogh lo fue hasta casi treinta años después de su muerte, cuando un avispado marchante lo encontró. Para que no ocurra eso tengo alguna idea que tú ya sabes  y que por ahora no quiero hacerla pública.

   -Como secretario de la Asociación de Artistas Alicantinos, cómo vez  el actual panorama de la pintura en Alicante.
   Como Secretario de la Asociación, te diría que lo veo muy bien, porque cada día son más las personas que se asocian y eso no tiene más significado, que son muchos los llamados al mundo del Arte. Pero como espectador en los diferentes ámbitos en los que la pintura y el Arte en general se muestra, ya no soy tan optimista, pues veo que solo se prima o se valora el Arte contemporáneo, aunque, paradójicamente, no tenga espectadores. Sin embargo y para desconcierto de los “progres” de profesión, de vez en cuando se dan fenómenos que arrastran a toda clase de público, como es el caso de los Sorollas  de la Sociedad Hispánica de Nueva York, que canalizaron hacia Valencia a medio Alicante. Luego están los que se empeñan en decir que el Arte figurativo que se hace hoy en día, (muy especialmente por la mayoría de nuestros asociados) no es contemporáneo. Y yo me pregunto: ¿Acaso los que pintamos figurativo estamos pintando en las cavernas? Pues no. Somos tan actuales y contemporáneos como los que hacen Arte deshumanizado, en el que la figura humana y su entorno no aparecen por ningún lado. Con eso no quiere decir que en cualquiera de los infinitos “istmos” de la pintura, no pueda haber Arte. Lo hay si hay ídem, pero en la mayoría de los casos solo hay marketing y cuento de los que esconden sus vergüenzas técnicas y artísticas tras la máscara de la modernidad: unos avispados engañabobos de políticos inexpertos en la materia, a los que embaucan con su jerga retorcida y oscura, que no esconde nada más que el humo que pretenden venderles para llenar unos llamados Museos de Arte Contemporáneo, que están proliferando como las setas en Otoño, por toda la geografía Nacional El tiempo pondrá a cada uno en su lugar, pero yo les auguro poco recorrido en la historia de la Pintura y del Arte en general. El Arte efímero y “la mierda del pintor enlatada” pasaran al rincón del olvido y como en el Renacimiento, el hombre (la persona) volverá a salir de las oscuridades propias del Medievo en el que buena parte del Arte actual se encuentra hundido, para volver a ser el protagonista.

   -¿Qué aconsejarías a los que empiezan en este complejo mundo de la pintura, y de la artes en general?
    No soy muy amigo de dar consejos, pues creo que la mejor escuela de aprendizaje es “la de aprender perdiendo”. Es decir equivocándose sin que te ayuden a hacerlo. Pero por si a alguien le puede servir de ejemplo, yo te voy a decir el secreto de mi auto aprendizaje. Ya he dicho como en cada época del camino de mí, digamos formación como pintor, me “enamore” en cadena y de eslabón en eslabón, de Haes, de Beruete, de Monet, Constable, Turner, Vernet y del que ahora es objeto de mi amor: Aivazovsky. Uno me llevo al otro, pero siempre he seguido el mismo proceso de enamoramiento: al descubrirlos comenzaba la primera fase enfermiza, en la que quería saberlo todo sobre ”El”. Buscaba en los libros. Leía todo o casi todo lo que se había escrito  sobre “El”. Para ello no me paraba en barras y acudía a los libreros de toda España y algunos del extranjero. Si en alguna lectura de periódicos o revistas aparecía algo sobre “El”, se me reían hasta los huesos. Si se anunciaba alguna exposición de sus obras, en algún lugar de España, hacia lo posible y lo imposible para visitarla. Recuerdo en una antológica de Aureliano de Beruete en Madrid, de la que tengo carteles, catalogo y todo lo que allí había sobre “El”, que me senté en el suelo frente a uno de los cuadros y en mi éxtasis artístico próximo al orgasmo espiritual en el que algunas veces he caído, me convertí en el guía sin ellos pedírmelo, de los pocos que entraban a verla. Seguramente me tomarían por loco, pues el apasionamiento que yo ponía al hablar sobre el cuadro amado, probablemente les parecería sospechoso, como le pareció al vigilante que en ningún momento me perdió de vista.
   Cuando no podía ir por razones de trabajo u otras, escribía a los organizadores para que a cualquier precio me enviaran el catalogo y todo lo que hubiera sobre “El”. Cuando sabia de algún libro descatalogado en las librerías, solicitaba copias a la Biblioteca Nacional. Fuimos mi mujer y yo a Londres (era nuestro primer viaje al extranjero) con el solo deseo por mi parte de ir a la Tate a ver los Turnes y al Museo Victoria y Alberto, a ver los Constable. Los Vernet de la National Galerie, solo los vi de pasada, pues en aquella etapa aun no estaba enamorado de él.
    Entre como usuario de Internet, en cuanto pude y de ahí ha salido el mayor filón de imágenes e información de mis distintos amores. No se me escapa casi nada de lo que hay en la red, aunque este en ruso o en Chino.
    Con toda esa información en mi poder, ya tenía los elementos indispensables para alimentar mi amor por medio del conocimiento. Leía, releía, miraba una y otra vez las prendas del amado (los cuadros). Me dormía pensando en “El” y me despertaba después de haber soñado con “El”, a la vez que miraba una foto de su autorretrato colgada a los pies de mi cama.
      Entraba en la fase aguda del enamoramiento, y ya no me gustaba lo que pintaba si no lo recordaba a “El”. Mi subconsciente grafico estaba cargado de las imágenes de sus cuadros y al pintar notaba que mi intuición (fundamental en mi pintura imaginativa) rechazaba lo que se salía de la estética del amado y daba por bueno todo lo que se acercaba a ella.
      Alguien pensara a la altura de esta película sentimental, que yo copiaba al amado en mis cuadros. Rotundamente no, y eso lo podrá ver cualquiera que compare mi obra con la del maestro. Pero al pintar, mi estética se había fundido con la del maestro, hasta el punto de que muchas veces me preguntaba y me pregunto: ¿Qué hubiera dicho “el amado ausente” de este cuadro...? Naturalmente, en cuanto a temática, mis cuadros y los suyos responden al tema marinas, pero mi pintura es menos acabada. El, como yo, pintaba el cielo por la mañana y en una sola sesión rápida. Esto le da una fluidez atmosférica que se rompe con los sucesivos retocados. Pero en cuanto a las aguas del mar, mi querido maestro, lograba el efecto cristalino y de transparencia que le caracteriza, a base de seis y más capas de veladuras sobre seco. Yo, soy incapaz de hacerlo así. Termino el cuadro en fresco o aun con mordiente, en no más de una o dos sesiones. Luego lo paso al secadero y ahí se queda hasta que un día me lo encuentro entre los más de mil quinientos que ahora tengo en mi estudio y si veo que esta pasable, le saco algunas luces y nuevamente lo dejo, hasta que con motivo de alguna exposición lo firmo y lo barnizo y ya lo doy por amortizado.
    Este es mi método de aprendizaje y de trabajo que presento como ejemplo para los que no hemos tenido maestro ni academia. Y todo ello se resume en buscar al pintor que más te llegue a emocionar, enamorarte apasionadamente de “El” (supongo que entenderás que para mi “El” es el equivalente de “su pintura”) y dejarse influenciar sin miedo. Luego el grado de técnica y la personalidad de cada uno serán quienes definan lo que llamamos estilo. Así  fue en el caso de mis maestros, pues todos ellos recibieron la influencia del anterior eslabón de su misma cadena, cadena en la que todos estamos, pues no hay nadie (ni aun los locos como Van Gogh) que surja de la nada. Es decir, no hay ni ha habido sobre la tierra, un pintor enteramente original y único.
       
     -Qué proyectos inmediatos tienes, qué estás pintado ahora?
     Dentro de mis proyectos está el de seguir como hasta hora. Pintando un cuadro o dos al día, lo que significa que al cabo de un mes mi colección aumenta, por lo poco, porque algún día no puedo pintar, en torno a los veinte cuadros de diversos tamaños. De vez en cuando alguna colectiva y cada dos años (me toca en Octubre de dos mil nueve) una individual en la Asociación, que además de ser “la nuestra” es por donde más espectadores pasan de las salas privadas alicantinas y bastantes más que por algunas públicas. Tampoco le haré ascos si me ofrecen alguna individual en alguna buena Sala. Pero afortunadamente mi fiebre expositiva hace tiempo que la tengo curada y no me interesa exponer por exponer, si no es en las condiciones que yo creo adecuadas.
     Ahora estoy pintando una serie de cuadros de nubes solo o con algún pequeño detalle de pájaros, torres o faros, que sirven para dar la escala y engrandecer el cielo nublado.

......             
Preciosa entrevista a la par que sincera, limpia y sin recovecos. me da alegría saber que hay otras personas que como yo seguimos en nuestra línea y pintando desde el corazón y los sentimientos. Enhorabuena.
Viviana Getar.
FELIZ 2011!!
2 de enero de 2011 09:52

domingo, 26 de diciembre de 2010

TEXTO DEL CATALOGO DE MI EXPOSICIÓN EN EL CORTE INGLÉS

AL CLARO DE LUNA EN LA MAR
     Como romántico en ética y estética, la noche siempre ha sido para mí, motivo de inspiración literaria  y pictórica. En la noche puede pasar todo y a todo la noche le infunde un halo de misterio que envuelve y transforma lo más prosaico a la luz del día, dándole matices poéticos inimaginados a pleno sol. Pero la noche en la mar o junto a él, con la luna por testigo, de siempre han reavivado aun más mis sentimientos románticos.
   Por eso, recuerdo con nostalgia aquellas noches de plenilunio con la mar como espejo de la luna, en la calma chicha de las regatas nocturnas, que viví como regatista durante muchos años. Aquella  luna que rielaba en la mar del poeta romántico, poniendo vibración óptica al profundo silencio de la noche, e iluminando en el horizonte  las fantasmales velas de un  barco, quizá  el  del  “holandés errante”.  Aquellas  nubes desgarradas y negras de presagios, que en su lento caminar por el cielo,  a veces la ocultaban por unos momentos eclipsando su  dulce y fría luz. Y las otras nubes: aquellas  que recibían su luz y la reflejaban sobre las aguas, de cuyo vientre plateado por vibrantes reflejos, podría surgir en cualquier momento, como en el “Nacimiento de Venus” de Botticelli, una sirena naciendo de la mar para venir con nosotros en el barco.  Aquellos fines de semana,  que con algunos inolvidables amigos del Club de Regatas, la mayoría de ellos  ya desaparecidos, pasábamos en la entonces casi desierta  Tabarca. Aquellas vigilias nocturnas que duraban  hasta que le hacíamos  amanecer al día, al son de habaneras y canciones marineras. Y aun más atrás en el tiempo, recuerdo las noches a la orilla del mar, en los largos veraneos de mi infancia, con mis hermanas adolescentes escuchando el eterno ir y venir de la olas a la luz de la luna, mientras de  la radio de la taberna del puerto, venían los sones de aquella canción de Jorge Sepúlveda, entonces de moda, “Mirando al mar soñé…”
   ¡Todas!, todas esas noches de mis recuerdos junto al mar y a la luz de la luna, me inspiran para la realización de buena parte de mi mas reciente obra pictórica, que ahora y gracias a los responsables del Ámbito Cultural de El Corte Inglés, tengo la oportunidad de  exponer en esta exposición monotemática, en la que se refleja la nostalgia consustancial a mis sentimientos románticos.
Carlos Bermejo
Pintor  marinista y ahora marinero en tierra.


DE LA SERIE NOCTURNOS

DE LA SERIE NOCTURNOS


sábado, 25 de diciembre de 2010

LA PINTURA, MI DROGA

  Uno pinta por placer y como todo lo placentero “engancha”. A veces pienso que la trementina es la droga a la que estoy “colgado”; que sus efluvios me obnubilan hasta el punto de que cuando estoy en el estudio el tiempo y el espacio no existen para mí. Uno, dos, mil, dos mil golpes de pincel y donde solo había un lienzo en blanco surge un retazo de vida, alumbrado desde lo más hondo de mi ser. ¡Algo he parido! El parto de los montes. Un ratón. No lo sé. Pero ¡que placer! ¡Que orgasmo de sentimientos! Dejo los pinceles; salgo al jardín; respiro aire puro, vuelvo al estudio deseando ver de nuevo lo que acabo de pintar. ¡Dios mío! No me gusta nada. Le falta vida. Relamido y sin vibraciones. Me siento. Miro. Remiro. Me surgen mil ideas para mejorarlo. Cojo el pincel. Toco aquí y allá. Cada toque lleva la fuerza de una carga explosiva: ¡vive!, ¡vibra! Pasan las horas. Estoy agotado física y mentalmente. Mi estomago ladra como si llevara dentro el perro de Pavlov. Los reflejos condicionados me avisan de que debo reponerme. Que debo dejar los pinceles y comer algo. La “dosis” ha sido excesiva por hoy. Descansaré. La siesta. El gimnasio. Los “colegas” de la Asociación. La sesión de tele nocturna o el libro que tengo a medio leer. Luego, a media noche, a la cama.
   Con todo eso ¿me olvide de la pintura? ¡Ni hablar! Durante la siesta, andando en la cinta del gimnasio o cuando me voy a la cama, sigo pintando mentalmente en el cuadro que descansa de mi en el caballete del silencioso estudio. Con los “colegas” hablo de pintura o voy a ver exposiciones de otros “colgados” como yo, y los libros que leo son, en un alto porcentaje, libros relacionados con la pintura. Es el “mono”, el puñetero “mono que no me deja tranquilo, hasta que por la mañana vuelvo al estudio, huelo la trementina, me enfrento al cuadro y me digo: “pues no esta tan mal” o, “decididamente, no me gusta”. En el primero de los casos lo pongo cara a la pared, para dentro de unos días o de unos meses, hacerle pasar “la prueba del algodón”. En el segundo, lo tiro al montón de los “malditos” y empiezo otro, con la esperanza de que va a ser mejor.
  Y así un día, otro día, un año, casi treinta años que llevo pintando y exponiendo solo, o “en compañía de otros u otro” como dicen de los autores en los escritos judiciales. Como veis, mi “adicción” es tan fuerte que (si antes no recibo la visita del doctor Alzhéimer) morirá conmigo. No pienso hacer nada por “desengancharme” y hasta con cierta frecuencia sigo mostrando en público sin avergonzarme por ello, las secuelas de mi bendita “drogadicción”.
Carlos Bermejo
Abril de 2005

MI TEMA

Con la misma enfermiza obsesión con la que el Capitán Acab navega por todos los océanos del mundo a la búsqueda de Moby Dick, uno va dando bandazos a babor y a estribor por el proceloso océano de la pintura, en pos de los temas de sus próximos cuadros.
        Recientemente la nostalgia de mis muchos años de navegación mediterránea, me ha llevado a releer a Melville, Dana, Slocun, Corad, London, Baroja y otros escritores de temas y aventuras náuticas, que fueron ídolos literarios de mi adolescencia y juventud. Con ellos se han despertado en mí los sentimientos románticos y el profundo e imperecedero amor por la mar y sus cosas, que por otra parte, siempre han estado más o menos presentes en mi obra.
         E ahí el tema, me dije, y como si hubiera dado con mi ballena blanca, he decidido dejarme de bandazos y con el viento favorable navegar solo por este océano que tanto me atrae, sin tener en consideración modas o posibles anacronismos.Intentaré reflejar en mis cuadros, las imágenes que me sugieren  las descripciones literarias de esos grandes escritores; la lucha del hombre para surcar la mar en busca de algo mejor, del pan, de la aventura,de la necesidad del viaje; peleare con los difíciles amaneceres y atardeceres;
Con las noches iluminadas por el claro de luna; con exóticos mares; con las calmas ecuatoriales; con los mares polares; con tormentas, chubascos, tifones, trombas, turbonadas y huracanes que a veces llevan al naufragio Poblaré mis cuadros de goletas, bergantines, bricbarcas, bajeles, fragatas, clíper de la carrera del té (catedrales de lona fueron llamados por alguien) y en general de todos los buques que surcaban la mar en mi adorado siglo XlX, incluidos vapores mixtos de transición. Cascos, palos, vergas, jarcia, cabulleria y velas estarán en ellos para que la furia del viento les arranque los sonidos que estremecen  en la tempestad  o acarician cual suaves violines con las brisas…Y el mar, la mar : apacible, violenta y furiosa; espejo en el que se reflejan las infinitas caras del cielo; origen de la vida y tumba también en tantas y tantas ocasiones; y las olas, peinado que luce la mar  para enamorar a quien la mira y que por su veleidad cambia a impulsos del viento.Y la costa, con sus motañas, cabos, golfos,ensenadas, abrigos…Y las nubes, mis queridas nubes, abstractas, viajeras y siempre cambiantes…Y los astros: sol, luna, planetas, estrellas, constelaciones…Y las señales marítimas: farolas, boyas, faros que en la oscuridad de la noche disparan destellos  de situación, de esperanza de salvación para los náufragos. Y por fin la vida animal que puebla los mares: ballenas, delfines, peces voladores y sobre ellos, vigilándolo todo, las aves marinas: gaviotas, albatros, cormoranes, alcatraces…
             ¡Todo!. Todo eso pretendo que se refleje en mis actuales y futuros cuadros, con el mayor rigor técnico-náutico y como no podía ser menos, con ligeras concesiones a las necesidades artísticas.
              Se acabaron los bandazos temáticos, que a la postre acaban por hacerte perder el rumbo cuando se navega por aguas desconocidas. Desde ya, mi único tema serán las marinas.”
           

                                    Carlos Bermejo
                                    Pintor marinista
  Hace algunos años, pocos, escribí este texto para insertar en el catalogo de mi primera exposición monotemática No se por qué, lo deseche. Sin embargo y como quiera que se  trata de una declaración de intenciones que se ha afianzado con el tiempo y más de quinientos cuadros del tema, lo utilizo ahora para justificar el porqué de mi obra como marinista.